Soy un árbol plantado
en mitad de la vida
un árbol florecido
de pájaros, estrellas y cantos
con una infinita sed de azul
en las pupilas.
Soy un árbol.
Lo supe por mi padre
que antes de ser talado
me mostró sus profundas raíces
y mi madre
que me amamantó
con la tibia leche
de sus pechos de caoba
y su vegetal ternura.
Soy un árbol
que sueña con parques y niños
un árbol curtido de otoños
y lleno de nostalgias
un árbol frente al mar
que llora con cada atardecer
y abre sus ventanas a los crepúsculos
una catedral de mariposas nocturnas
que pudo ser cama, mesa,
puerta, pupitre, cuna, o guitarra.
Soy un árbol
a la orilla de un río
que mira sus heridas
en la sombra transparente
de la Luna
con un racimo de tristezas
en los pulmones
añorando la casa verde
la montaña azul
la alucinante multitud
de quetzales
la canción de cuna
del viento
el amor incondicional
de las tormentas
es decir
la vida sin la crueldad
de los humanos.
Un árbol
que sobrevive
y muere por decreto
de gobernantes, empresarios
y traficantes,
los mismos que destruyen
el alma azul del planeta
y borran los códices multicolores
del colibrí, la rosa y el jaguar,
los que se beben el cáliz de mi sangre
y comulgan puntualmente
arrodillándose frente a las cajas registradoras
del poder.
Soy un árbol
semilla sembrada
por hombres que soñaban
un mundo sin nombres ni apellidos
ni la terrible avaricia
de los que falsifican la luz de las palabras
para hacer del horizonte
un paisaje de cristales rotos.
Un árbol de abrazos intangibles
plantado
en mitad de la noche.
Luis Enrique Mejía Godoy
2004
Comments