Borracha, Iris camina hacia la rockonola sonando como castañuelas los tacones de sus zapatos rojos. Con la mirada turbia por las lágrimas recorre el repertorio de canciones en la pantalla... Sabe que esa noche no vendrá Ismael porque es domingo y andará con la familia en el matineé y después irán a comer sorbete al parque. Entonces sólo le queda, mientras aparece un cliente, poner su canción favorita y repetir el estribillo que le sangra los labios como aquel bolero que canta Feliciano, “Mozo, sírvame una copa rota, quiero sangrar gota a gota el veneno de su amor…"
Nada gana con llorar. Entonces pide en el bar que le apunten, con una raya de tiza sobre la pizarra, otra cerveza a su cuenta.
Luis Enrique Mejía Godoy
Managua, Nicaragua, 2009
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