La vida, un trapecio sin red
ni seguro de muerte.
Los sueños, indispensables animales domésticos
sin nombres ni jaulas
El deseo, un mar acariciando lunas.
La pasión, un río de aromas y de besos
dibujando soles en la sangre.
El amor, el alma desnuda persiguiendo la felicidad
sin temor a los riesgos.
La amistad, el antídoto perfecto para la soledad de los domingos.
La nostalgia, un perro callejero buscando un hueso e
n el basurero de la memoria.
La memoria, un inventario de crepúsculos,
dulces dolores y alegrías rotas.
El olvido, el pretexto para buscar en los viejos retratos
las huellas de la felicidad.
La felicidad, un hilo delgado y frágil
entre la conciencia y la razón.
La suerte, la falsificación de la lucha por los sueños.
La libertad, el precio impagable de las jubiladas esperanzas
La esperanza, un lucerito brillando siempre
en el horizonte de los más tercos.
La traición, el cadáver de un amigo acuchillado por el olvido.
El rencor, un perro con rabia durmiendo
en el rincón más oscuro del corazón.
El perdón, el niño que llevamos dentro
sin posibilidad de anclarse a la tristeza.
La muerte, un diamante sin pulir
esperando un pecho donde reposar.
Luis Enrique Mejía Godoy (2011)
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